miércoles, agosto 20, 2008

Costumbrismo

“Hoy han puesto el Sol en mi calle”, dice Doña Teresa cuando entra en el bar.
“Están haciendo una película”, dice don Anselmo.
Un foco enorme ilumina toda la calle. Un hombre tocado con sombrero de paja da indicaciones a un grupo de técnicos.
“Ése es el director”, dice Isabelita.
“Qué sofoco”, dice Doña Felisa abanicándose con la Guía del Ocio.
Al otro lado de la calle una maquilladora rocía con un spray la cara de Juan Echanove.
“Es mucho más guapo en persona”, murmura Don Celestino.
Doña Felisa y Don Anselmo intercambian una mirada.
“Mamá, cuando cierro los ojos veo manchas”.
“No mires a ese foco, que te vas a quedar ciego”.
“Niño, ¿cuántos dedos hay aquí?”, dice Don Julián, que ya va por el sexto aguardiente.
“¡Viene hacia aquí!”, dice Isabelita.
Juan Echanove cruza la calle y entra en el bar. Los clientes contienen el aliento.
“Póngame un quinto, por favor”, dice el actor sentándose en un taburete.
Don Celestino saca un botellín de la cámara frigorífica a toda velocidad. Está tan nervioso que al ponerlo encima de la barra el cristal se rompe. Don Celestino no puede contener un grito de dolor.
“¿Está usted bien?”, pregunta el actor.
“Estoy bien, estoy bien”, dice Don Celestino mientras intenta atajar la hemorragia con una servilleta.
“Eso no tiene buena pinta”, dice Don Marcial.
“No es nada…”.
Don Celestino saca otro quinto de la cámara y lo abre a duras penas. Coloca la botella medio ensangrentada frente a Juan Echanove.
“Oiga, a lo mejor debería dejar que le vieran en urgencias”, dice el actor. “Se ha pegado usted un buen tajo”.
“Eso estaba diciendo yo”, apostilla Don Marcial.
“No es nada, de verdad”, dice Don Celestino.
Juan Echanove echa un trago y sus labios quedan teñidos de carmesí.
“Échele un poco de agua oxigenada por lo menos”, dice el actor.
“Qué agua oxigenada ni qué agua oxigenada. A este hombre tiene que verlo un médico, que está sangrando como un cochino”, dice Doña Felisa.
“Vamos, Don Celestino, que le acerco en un momento con la furgoneta”, dice Don Anselmo.
“Que no voy al médico, que es un corte de nada…”.
Don Celestino trastabilla detrás de la barra y tiene que apoyarse en una repisa para no perder el equilibrio.
“¿No ve que se está mareando?”, dice Doña Felisa.
“Vamos, Don Celestino, no se haga el valiente”, insiste Don Anselmo.
“Haga caso, hombre”, dice Don Marcial.
“¿Pero si voy al hospital me harán ANÁLISIS?”, dice Don Celestino. “No quiero que me hagan ANÁLISIS”.
“Qué análisis le van a hacer, hombre. Le pondrán unos puntos y Santas Pascuas”, responde Don Anselmo.
Don Celestino sale de la barra y abandona el local cogido del brazo de Don Anselmo. Juan Echanove apura el quinto y se marcha detrás de ellos. El actor da una palmada en el hombro de Don Celestino y cruza la calle para regresar a su trabajo.
El local ha quedado en silencio.
“Se ha ido sin pagar”, dice Don Julián

domingo, abril 13, 2008

Juan Echanove

Luis me invita a la inauguración de una joyería. Su estudio ha diseñado la reforma del local y ha organizado un cocktail para celebrarlo.
—¿Podrías intentar convencer a Nacho y a Borja de que se pasen? He intentado hablar con ellos pero están siempre ocupados.
Sólo consigo que me acompañe Nacho. Borja está haciendo trabajo de investigación para su película y ese día asiste a un seminario sobre energías renovables en Toledo.
Acudimos directamente al bar en el que se celebra el cocktail. La edad media de los invitados es de ciento cincuenta años. Luis está de pie encima de un altavoz hablando por un micrófono. Informa a los asistentes de que al final de la noche participarán en el sorteo de un diamante. Saludamos a Pablo, el socio de Luis. Nos pide que le acompañemos. Nos conduce a otra sala y nos presenta a Ana Botella. Los camareros se pasean ofreciendo vino y canapés. Para relajarme, cojo las copas de dos en dos.
Jorge Berlanga y Juan Echanove están charlando en una esquina. Nacho saluda a Jorge Berlanga. Juan Echanove se acerca a mí.
—He leído ese texto que publicaste en tu blog —dice—. Me parece intolerable, —continúa, agitando sus manos minúsculas delante de mi cara—. Te exijo —grita—, te exijo que me trates como merezco.
Todo el mundo nos mira.
—¡Trátame como merezco!
No sé qué decir. Me encojo de hombros.
—Trátame como a una puta.
Doy un paso atrás. Juan Echanove se echa encima de mí e intenta besarme. Le rechazo con un empujón, cae de rodillas en el suelo y se echa a llorar.
—Déjame doscientos euros —suplica, abrazado a mi pierna.
Consigo zafarme y hago que se incorpore. Le conduzco a la barra, lejos de la gente. Juan Echanove cierra los ojos, extiende los brazos y empieza a moverse al ritmo de la música, como en trance.
—¿Qué quieres tomar? —digo.
Me arrebata la copa y se la bebe de un trago.
—Escúchame un minuto —dice, mirándome fijamente a los ojos—. Los esclavos hacen nuestro trabajo.
Me siento en un taburete y pido dos copas de vodka.
—A veces me gustaría poder desplazarme sin tocar el suelo —dice.
—Eso se llama volar.
—Sí —dice—. Eso se llama volar

viernes, enero 25, 2008

A fuerza de cariño

A fuerza de cariño era una serie de televisión que narraba las vicisitudes de Corky Thacher, un adolescente con síndrome de Down, que se esforzaba en adaptarse a un entorno obstinado en sus prejuicios. Cada semana, Corky nos ofrecía una lección de sacrificio y superación. Sus disparatadas ocurrencias nos inspiraban, nos conmovían y nos hacían reflexionar.
Recuerdo con especial cariño el episodio en el que la integración escolar de Corky era sometida al reto definitivo: el arte. El maestro encargaba a la clase la redacción de un relato. Al recibir la noticia, el rostro de nuestro protagonista se contraía como si hubiera recibido un disparo. Podíamos leer en su semblante que su discapacidad podía convertirse en esta ocasión en un obstáculo tal vez insalvable. “¡Quiero ser creativo!”, gritaba Corky con la misma desesperación con la que Vincent Van Gogh se mutilaba incapaz de soportar el vértigo ante el lienzo en blanco. “¡Quiero ser creativo!”, gritaba. Los guionistas de la serie, en un arrebato visionario, habían sumado locura al síndrome de Down, una fórmula tan volátil y peligrosa como la dinamita. Finalmente, la lógica se imponía. El protagonista leía a sus compañeros, inseguro pero con progresiva firmeza, un relato inspirado en experiencias personales que, a pesar de su mediocre calidad literaria, lograba emocionarnos una vez más.
Corky había vuelto a conseguirlo



miércoles, enero 16, 2008

Plaza de España

Un niño lanzando una moneda en el estanque.
Un japonés fumando en pipa.
Juan Echanove con gorra de baseball y gafas de sol.
De incógnito.
Juan Echanove.
Con gabardina. Con barba postiza.
Juan Echanove.
Asediado por la multitud.
Desmembrado, devorado.
Una mujer clava una dentellada en la pierna de Juan Echanove.
Una pareja comparte su hígado.
Un oficinista ayuda a un anciano a verter su sangre en un caldero. Beben.
Es una comunión

sábado, enero 05, 2008

Amenaza

Un padre y su hijo se abrazan junto a un coche aparcado en doble fila. El hijo está calvo. El padre lleva un peluquín rubio. El chico abre el maletero del coche y saca dos trozos de roscón. Entrega a su padre uno de ellos. Empiezan a comer pero un momento después se detienen. El chico ha encontrado una figurita de porcelana dentro de su pedazo de roscón. Ríen.
El padre devora su bizcocho