martes, julio 31, 2007

Las manos

Las manos.
Quieren amputarme las manos.
Las manos.
Mi herramienta de trabajo.
Las manos.
Como si al escultor le cortaran
las manos.
Como si al pianista le cortaran
las manos.
Las manos.
Mi sustento.
Las manos.
Como si a Picasso le cortaran
las manos.
Como si a Gasol le cortaran
las manos.
Como si a Storaro le cortaran
la luz.
La luz.
Quieren cortarme la luz.
Y las manos



miércoles, julio 18, 2007

Treinta años después

Año 2037. Mi foto aparece en el suplemento cultural de un diario de provincias. Llevo una camisa hawaiana, una corona de espumillón y un matasuegras colgado de unos labios hinchados de silicona que están a punto de estallar. Peso ciento cuarenta kilos y mi piel está cubierta de manchas de color púrpura. Con la mano izquierda acaricio el muslo de un adolescente y con la derecha muestro un ejemplar de mi autobiografía, “Mis problemas con las mujeres (de ambos sexos)”. La ilustración de la portada es un smiley enorme que guiña un ojo.
Bajo la foto aparece una breve entrevista y junto a la entrevista una crítica del libro. El titular de la entrevista es: “Conquistar el espacio está bien pero yo prefiero conquistar a las damas”. El de la crítica es: “MENUDO PEDAZO DE MARICÓN”. Así, en mayúsculas, y en cuerpo de letra de setenta y dos puntos.
En la entrevista digo: “El arte ha producido obras fascinantes pero nada tan fascinante como el cuerpo de una mujer”.
Digo: “Dios creó a la mujer y después al hombre para venerarla”.
Digo: “¿Un sueño imposible? Pinchar un día en el Nasti”.
Digo: “Volvería a posar desnudo”.
La crítica dice: “Es frecuente la descripción de las gráficas experiencias homosexuales de un misterioso desconocido al que el autor llama X”.
Dice: “Qué sentido tiene dedicar doscientas páginas a imaginar cómo habría sido su vida en El planeta de los simios”.
Dice: “El libro incluye un CD en el que el autor narra sus etapas favoritas del Tour de Francia y que incluye una versión a capella de Raspberry Beret”.
En la parte inferior de la página aparece una viñeta de Mingote en la que un rinoceronte me da por culo. El pie de la viñeta dice: “El Ministro de Defensa disfruta de sus vacaciones en Kenia”

lunes, julio 16, 2007

Summercase

Paso el fin de semana más caluroso del año encerrado en casa con treinta y nueve de fiebre. Sólo me consuela saber que cincuenta mil gilipollas están siendo asesinados en el Summercase. Y no lo saben. Es como si hubieran sido conducidos a las duchas de Auschwitz y estuvieran más pendientes del alicatado que del Zyklon B.
No hablo yo, amigos, habla la Enfermedad.
No es que de golpe te caigan cincuenta años encima es que en estos días el tiempo pasa tan despacio que TRANSCURREN cincuenta años. Te vuelves huraño, desconfiado, intolerante y empiezas a escribir unos textos afectadísimos. Lo sabes todo. Sabes que al final del túnel hay una luz. Parece la puerta del Cielo pero son las llamas del Infierno. El Infierno Cotidiano. Pero, oh, huele a jazmín y a hierbabuena. Y a PORRO.
Comed fruta.
La salud es lo primero
VALIS

sábado, julio 07, 2007

Demasiadas películas

Esto lleva una semana matándome.
El jueves empezaban las vacaciones. Un becario pasó junto a mi mesa y dijo:
—Hasta mañana.
Dios, estoy tan arrepentido.
—Hasta mañana —dijo.
Es decir… Nosotros NO VOLVÍAMOS al día siguiente. Nos íbamos DE VACACIONES. Pero el becario dijo:
—Hasta mañana.
—¿Qué has dicho? —pregunté.
El chaval retrocedió y, con una sonrisa, repitió:
—Hasta mañana.
Me levanté de la silla y le agarré del cuello.
—¿Qué has dicho?
El chaval intentó hablar pero no pudo.
—Escúchame, hijo de puta —dije—. Si vuelves a intentarlo partiré tu cráneo como una cáscara de nuez, ¿me has entendido?
No sé qué me pasó.
El chaval intentaba que el oxígeno llegara a sus pulmones. Aumenté la presión.
—¿Me has entendido?
El chaval asintió con los ojos en blanco.
—Si vuelves a intentarlo arrancaré tus ojos y mearé en tus cuencas vacías, ¿lo has entendido?
Le liberé. El chaval recobró el aliento y echó a correr hacia la puerta. Entonces salté sobre él como un puma. Caímos. Su cabeza chocó contra el suelo de mármol. Lancé un bocado y escupí media oreja y una porción de cuero cabelludo.
—Si vuelves a intentarlo te cortaré los cojones y me haré un monedero con tu escroto, ¿me has entendido?
Agarré un extintor y le golpeé con él en la cara hasta que perdí el aliento. Me incorporé. Aquello había terminado. El chaval empezó a arrastrarse hacia la salida. Le propiné un par de puntapiés en la entrepierna y dejé que se marchara.
Eso es todo.
Eso es lo que, desde hace una semana, me mortifica cada minuto. Dios, no saben cómo me arrepiento. Cómo pude… Cómo pude DEJARLO ESCAPAR CON VIDA. Me faltó coraje. Me faltó resolución. TENÍA QUE HABERLO MATADO, MALDITA SEA. Estaba ahí, en el suelo, a mi merced.
Y lo dejé escapar.
“Hasta mañana”.
Hijo de puta, hijo de puta, hijo de puta