miércoles, mayo 16, 2007

Caravana

Ayer trajeron una caravana a la oficina, para un reportaje. Todo el mundo salió a verla. Todo el mundo fantaseó con lo maravilloso que sería dormir en esas camas diminutas y cagar en esa diminuta taza de plástico camino de Amsterdam. Yo también salí a ver la caravana. Intenté mostrar interés.
“HEY, HEY: aquí hay OTRA CAMA”.
“ATENCIÓN: tiene VITROCERÁMICA”.
“El frigorífico es TAN GRANDE COMO EL DE MI CASA”.
“INCREÍBLE: ¡LA MESA SE CONVIERTE EN SOFÁ!”.
“IMAGÍNATE: en verano CON CINCO COLEGAS”.
Traté de aplacar tanto ENTUSIASMO.
“Bueno. Seis personas en esa caravana tal vez sean DEMASIADAS”, dije.
“No importa, tío: con los COLEGAS eso DA IGUAL”.
Juro que hice el esfuerzo de imaginar un viaje con cinco COLEGAS en aquella caravana. Entonces pensé: “Mierda: no tengo cinco COLEGAS”.
Cuando salíamos de la redacción Alberto manifestó cierta TOLERANCIA hacia la caravana. Naturalmente, le confesé lo que pensaba de la puta caravana de los cojones